Burgos, una ciudad señorial, cargada de historia, de historias y leyendas y de un excepcional patrimonio artístico. Ha sido a lo largo de la historia capital de Castilla, lugar de residencia y panteón de reyes, centro del comercio internacional y un hito fundamental en el Camino de Santiago, lo que sin duda la ha convertido en una ciudad especialmente hospitalaria. Hoy se funden en ella tradición y vanguardia y a sus muchos atractivos turísticos, con su Catedral gótica a la cabeza, suma recursos que ya se han convertido en un referente mundial, como el Museo de la Evolución Humana.

Arco de Santa María. Aunque parece que hubo anteriormente una puerta más simple en la antigüedad, una de las doce que daban acceso a la ciudad en la Edad Media, el Arco de Santa María, tal como lo conocemos, es un homenaje a Carlos V. En él se representan, además del emperador, los personajes más destacados de la historia de Burgos. Levantado inicialmente entre los siglos XIV y XV, fue remodelado el siguiente siglo por Juan de Vallejo y Francisco de Colonia. Concebido como un gran arco de triunfo, es de piedra caliza de Hontoria de la Cantera. El Arco de Santa María custodia uno de los huesos del Cid, concretamente un radio.

La Catedral de Burgos. Su construcción se inició en 1221, siguiendo patrones del gótico francés. En su origen, el templo tenía planta de cruz latina, con girola y tres naves. Posteriormente se fueron añadiendo numerosas capillas destinadas a enterramientos de eclesiásticos y personajes ilustres. En los siglos XV y XVI se incorporaron importantes modificaciones: las agujas, la capilla del Condestable y el cimborrio del crucero. El interior del templo alberga tesoros que nadie debería perderse: la capilla de los Condestables, considerada una catedral dentro de la Catedral, obra de Simón de Colonia; la elegante Escalera Dorada, inspirada en el renacimiento italiano y que al parecer sirvió como modelo para la escalera de la Ópera Garnier de París; la capilla de Santa Ana; o la tumba del Cid y de su esposa Jimena, que se encuentra en la nave central, a los pies del espectacular cimborrio. Uno de los atractivos más populares, sobre todo para los más pequeños, es el Papamoscas, un curioso autómata que toca las campanadas cada hora mientras abre la boca.

El Castillo de Burgos. Data del año 884, cuando Diego Porcelos levantó una pequeña fortaleza en torno a la cual se fundó la ciudad. Un incendio acabó con el conjunto en 1736. En el siglo XIX, el castillo resurgió como emplazamiento estratégico del ejército francés, una etapa que concluiría con su voladura en el año 1813, al retirarse precipitadamente las tropas napoleónicas por el asedio de Wellington. Desde su rehabilitación en 2003, los restos del Castillo se han convertido en uno de los grandes atractivos de la ciudad. Este recinto, que a lo largo de la historia fue fortaleza, alojamiento de reyes y nobles, prisión y polvorín durante la ocupación francesa, suma a su interés histórico su ubicación, en uno de los espacios naturales más extraordinarios de la ciudad. Hoy cuenta con un centro de interpretación y pueden visitarse su famoso pozo, al que se accede a través de una escalera de piedra de 335 peldaños, y las galerías subterráneas, conocidas como la cueva del moro. Desde el mirador del Castillo puede admirarse la mejor vista del centro histórico, con la Catedral en primer plano, una panorámica que resulta especialmente sublime con la puesta de sol.

Casa del Cordón. Esta joya de la arquitectura civil fue mandada construir a Simón de Colonia por los Condestables de Castilla a finales del siglo XV como palacio residencial. Fue escenario de hechos históricos tan relevantes como la recepción a Colón por los Reyes Católicos tras su segundo viaje a las Indias, la muerte de Felipe el Hermoso o la firma de las Leyes de Burgos, las primeras que regulaban el tratamiento a los indios en el Nuevo Mundo y abolían la esclavitud de los indígenas.

El Cid. La figura de Rodrigo Díaz de Vivar está estrechamente vinculada a la ciudad, tanto por las referencias históricas de las que hay constancia como por los episodios legendarios con que la literatura, y sobre todo el Poema de Mío Cid, se encargó de enriquecer el mito. Precisamente ese gran poema épico es el principal hilo conductor del Camino del Cid, un itinerario que, partiendo de Burgos, recorre ocho provincias, hasta alcanzar tierras levantinas. La Catedral es, sin duda, el epicentro de este recorrido por las huellas del mítico personaje. En la nave central, bajo el cimborrio, reposan los restos del Campeador y su esposa, doña Jimena. En la seo se conservan también su Carta de Arras y el famoso cofre que protagonizó uno de los episodios más conocidos del Cantar, en la Glera del Arlanzón, donde según el Poema, el Cid y sus huestes acamparon la primera noche del destierro. La estatua ecuestre del Cid, en la plaza que lleva su nombre, es una de las imágenes más emblemáticas y más fotografiadas de la ciudad. Frente a ella, a lo largo del puente de San Pablo, ocho esculturas representan a los personajes más próximos al héroe castellano.

Paseo del Espolón. Burgos presume de ser la ciudad con mayor superficie verde en el tramo urbano. El paseo más emblemático es El Espolón, lugar de reunión y conversación de muchas generaciones de burgaleses. Las inconfundibles ramas entrelazadas de los plátanos hacen de este paseo ajardinado, que va desde el Arco de Santa María hasta el Teatro Principal, uno de los espacios más agradables para escapar del calor los días de verano, aunque lo cierto es que está animado cualquier día del año. Durante los años veinte, el Paseo del Espolón estaba estratificado por estatus: la burguesía paseaba por la zona más cercana al casino y los cafés, los artesanos, por la del centro, y el servicio, por la más próxima a los jardines y el río.